Años 90

Cambio a Mahou. Para un bar, y una familia, que siempre había trabajado con Cervezas El Águila, no fue sencillo cambiar a Mahou, aunque con los años la decisión se ha demostrado acertada. La razón, sencilla, algo cambió en la cerveza, no era la misma, y a Antonio Martínez no le gustaba, disfrutaba más de la Mahou Clásica de Barril. Y pensando que lo que no te tomes tú no se lo vendas a tus clientes, cambiamos a Mahou. Desde entonces la simbiosis ha sido perfecta, y nuestros clientes aprecian el sabor de una de las mejores cañas de Madrid, de los pocos lugares que no usan ácido carbónico para que circule la cerveza, y con  barriles refrigerados a 6º.

Las Fiestas de San Cayetano. Chotis y limoná. Cada Barrio tiene sus fiestas y las nuestras son las de San Cayetano. Nos encantan, siempre hemos estado muy unidos porque eran una celebración del barrio, prácticamente conocías a todo el mundo y las actividades se organizaban entre todos. Son los 4 días al año que aún vendemos limonada. Para los que no sois del barrio. Grabaos esto en la cabeza. San Cayetano el 7, San Lorenzo el 10 y la Paloma el 15 de Agosto. Vale la pena vivirlas. Y, hablando de las fiestas, de ésta época es una anécdota muy buena que ilustra como entendemos el bar y lo que significa para toda la familia que funcione y siga siendo pujante. Dos días antes de las fiestas, un camarero cayó enfermo y no encontrábamos sustitutos. Antonio y Luís lo comentaban con su hermano mayor, Martín, funcionario del ayuntamiento de Madrid. No hizo falta decirle más. Se fue a casa, vino con unos vaqueros y una camisa blanca y se metió detrás de la barra. Por eso decíamos que más valía no venir al bar un día de fiesta, porque te reclutaban.
 
La banda del pegamento. En un barrio que empezaba a cambiar, por fin, para mejor, a nosotros la casa se nos caía encima. El edificio pertenecía a un solo propietario empeñado en echar a todos los inquilinos de renta antigua. Para ello llenó dos pensiones con la flor y nata de la delincuencia juvenil del barrio, todos menores de edad, conocidos como la Banda del Pegamento. Famosos por el arte del “tirón mientras voy puesto” y por la venta de hachís, que intentaban esconder en los huecos del baño de nuestro bar, lo que provocaba contínuas llamadas a la policía y problemas para nosotros. Con el tiempo, la casa se vendió a una constructora y nosotros perdimos parte de nuestra identidad con los antiguos vecinos, los que nos habían criado, los que nos llamaban cuando pasaba algo de noche, los que todos los días tomaban su caña y sus raciones, eran Quique, Sole, Guille, Bellido, Antonio, Socorro. Eran las voces y las caras, los recuerdos, de unos años que habían sido felices y el anuncio de un cambio completo que iba a experimentar todo el barrio. A Finales de los noventa, aparecieron los comerciantes chinos.

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